Sin duda el sol es la fuente energética más constante  que poseemos. Su energía recibe el nombre de irradiancia y corresponde a la cantidad de radiación solar por superficie.

La intensidad de la energía proveniente del sol, estará asociada a factores como la hora del día, la inclinación de los rayos del sol y la cobertura de las nubes. El aprovechamiento de ésta energía puede realizarse a través de distintas modalidades, entre las que destacan la solar térmica y la solar fotovoltaica, esta última aprovecha la energía del sol para convertirla en energía eléctrica.

Un sistema fotovoltaico se basa en un campo de colectores que capta la energía solar y la convierte en energía eléctrica.

El campo de colectores entrega una potencia variable (dependiente del recurso solar disponible) en corriente continua. Para controlar esto se utilizan inversores que regulan la oferta y demanda de energía entre la red convencional de distribución y el sistema solar.

Luego, si el sistema solar produce energía sin que haya demanda, entonces opera la ley de “Net Billing”, en que el excedente es inyectado de vuelta a la red tiene un beneficio monetario (menor al de consumo). Esto no sólo significa un mejor aprovechamiento de la energía producida, sino que también significa que se puede prescindir del banco de baterías.

Sin embargo, en general, los sistemas serán más rentables en la medida que la generación se produzca al mismo tiempo que la demanda, puesto que el precio de la energía ahorrada es mayor que el de la energía vendida.